El agro pierde espacio en el tejido productivo de Ecuador: las razones y el panorama
La evolución empresarial en Ecuador muestra una fuerte disminución del sector agrícola en las principales provincias del país, coincidiendo con cambios significativos en el uso del suelo nacional durante la última década. ¿Debe preocuparnos esa realidad?

La Sierra ha experimentado una reducción de 103.153 hectáreas (-2,7%).
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El tejido empresarial ecuatoriano ha experimentado transformaciones significativas durante la última década. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el panorama empresarial del país ha sufrido fluctuaciones importantes entre 2012 y 2023, con un incremento notable en el número total de empresas registradas, pasando de 791.790 en 2012 a 1’173.985 en 2023
Sin embargo, este crecimiento general oculta realidades sectoriales muy diversas, especialmente en lo que respecta al sector agrícola. Al analizar la evolución de las empresas por provincias y actividades económicas, se evidencia una preocupante disminución en el número de empresas dedicadas a la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, tendencia que coincide con cambios significativos en el uso del suelo a nivel nacional.
La expansión empresarial ecuatoriana: panorama 2012-2023
El número total de empresas en Ecuador ha mostrado una tendencia creciente a lo largo del período analizado, con algunas fluctuaciones intermedias. En 2012 se registraron 791.790 empresas, cifra que aumentó progresivamente hasta alcanzar 914.907 en 2018. Tras experimentar una disminución en los años 2019 y 2020 (influenciada por la pandemia de COVID-19), el tejido empresarial mostró una recuperación en 2021 con 871.862 empresas (Gráfico 1).
Sin embargo, en 2022 se produce un salto extraordinario, alcanzando 1’239.822 empresas registradas, para luego experimentar un ligero descenso en 2023 con 1’173.985 empresas.
Este incremento notable entre 2021 y 2022, con casi 368.000 nuevas empresas, representa un crecimiento del 42% en un solo año. Es importante señalar que este crecimiento no ha sido homogéneo en todos los sectores ni en todas las provincias del país.
Asimismo, es fundamental notar que este aumento no representa necesariamente la creación de nuevas unidades productivas, sino que coincide con la implementación del Régimen Simplificado para Emprendedores y Negocios Populares (RIMPE), que reemplazó al antiguo RISE.
A diferencia de su predecesor, el RIMPE tiene carácter obligatorio, lo que ha provocado que muchos negocios previamente informales o no registrados ingresen a las estadísticas oficiales.
Concentración geográfica: cinco provincias con mayor dinamismo
La distribución geográfica de las empresas en Ecuador muestra una fuerte concentración en cinco provincias: Pichincha, Guayas, Manabí, Azuay y El Oro. Estas provincias han mantenido su posición dominante a lo largo del período analizado, aunque con diferentes patrones de crecimiento (Gráfico 2).
Pichincha, donde se ubica la capital del país, ha liderado consistentemente el ranking con el mayor número de empresas, pasando de 176.419 en 2012 a 324.320 en 2023, lo que representa un incremento del 83,8%. Guayas, con su capital Guayaquil como principal centro económico, ocupa el segundo lugar, con un aumento de 146.128 a 243.789 empresas en el mismo período, equivalente a un crecimiento del 66,8%.
Manabí ha mostrado un crecimiento más moderado, pasando de 73.360 empresas en 2012 a 81.500 en 2023 (11,1%), mientras que Azuay ha experimentado un avance más sostenido, aumentando de 42.346 a 76.593 empresas (80,9%). El Oro completa el top 5 con un aumento de 38.277 a 52.890 empresas (38,2%).
El patrón común observado en estas cinco provincias es un crecimiento relativamente estable hasta 2021, seguido de un aumento extraordinario en 2022 y una ligera contracción en 2023. Este comportamiento refleja la tendencia nacional en el registro empresarial durante este período.
El declive del sector agrícola: análisis sectorial
Al analizar la evolución sectorial, especialmente en las tres provincias con mayor crecimiento en el número de empresas (Pichincha, Guayas y Manabí), se evidencia una clara disminución del sector agrícola, que contrasta con el crecimiento de otros sectores como el comercio y los servicios.
En Pichincha, las empresas dedicadas a la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca aumentaron de 5.185 en 2012 a un máximo de 6.736 en 2017, para luego descender progresivamente hasta llegar a 4.033 en 2023, lo que representa una disminución del 22,2% respecto al valor inicial y una reducción del 40,1% desde el pico alcanzado en 2017 (Gráfico 3).
La situación es aún más preocupante en Guayas, donde el sector agrícola pasó de 12.263 empresas en 2012 a 6.033 en 2023, lo que supone una pérdida del 50,8% de las empresas del sector. El descenso más pronunciado se produjo entre 2021 y 2022, con una reducción de 1.926 empresas (-22%).
Manabí, provincia tradicionalmente agrícola, muestra la tendencia más alarmante, con una disminución del 75,4% en el número de empresas del sector, pasando de 16.449 en 2012 a apenas 4.052 en 2023. Esta drástica reducción evidencia la profunda transformación que está experimentando la estructura económica de la provincia (Gráfico 5).
En contraste, sectores como el comercio y los servicios han mostrado un crecimiento sostenido en las tres provincias, especialmente notable entre 2021 y 2022. Por ejemplo, en Pichincha el número de empresas comerciales aumentó de 76.562 en 2021 a 115.053 en 2022 (50,3%), mientras que el sector servicios pasó de 119.537 a 186.938 empresas en el mismo período (56,4%).
“Una de las primeras causas de esta reducción es el crecimiento poblacional. Las zonas que antes eran ocupadas por cultivos ahora están siendo ocupadas por casas, por urbanizaciones, están haciendo lotizaciones. Hay que darnos cuenta que más o menos por 1970, hace un poco más de 50 años, el 30% de nuestra población habitaba en zonas urbanas, ahora es al contrario, en zonas urbanas estamos habitando alrededor de un 70%”, explica Daniel Capa, director de la carrera de Agropecuaria de la UTPL, en entrevista para GESTIÓN.
A esto se suma el factor de rentabilidad: “Otro de los motivos es la parte de precios. Muchos agricultores no están satisfechos con los precios. A pesar de que producen, no llegan a obtener los valores óptimos”, añade Capa.
Por su parte, Mario Caviedes, docente de la USFQ, identifica factores adicionales, como la aparición de nuevas enfermedades que han afectado a los cultivos, tal es el caso de palma africana, “donde se perdieron alrededor de 150.000 hectáreas por el problema de la pudrición del cogollo”, señala a GESTIÓN.
“En la Sierra, el cultivo de mayor importancia económica aparte de las flores y el brócoli es la papa, pero ha tenido una reducción de superficie significativa desde el año 1980 a la actualidad, pasando de 50.000 hectáreas a aproximadamente 20.000, en parte por enfermedades como punta morada”, añade.
Transformación del uso del suelo y su relación con el declive agrícola empresarial
Los cambios en el tejido empresarial agrícola coinciden con transformaciones significativas en el uso del suelo a nivel nacional entre 2014 y 2024. De acuerdo con los datos más recientes de la Encuesta de Superficie y Producción Agropecuaria Continua (Espac), la superficie total del territorio nacional utilizada para actividades productivas ha disminuido de 12’201.254 hectáreas en 2014 a 12’055.510 hectáreas en 2024, lo que representa una caída de -1,2% (Gráfico 6).
Esta disminución se ha distribuido de manera desigual entre las diferentes regiones del país. La Sierra ha experimentado una reducción de 103.153 hectáreas (-2,7%), la Amazonía ha perdido 24.903 hectáreas (-0,7%), mientras que la Costa ha registrado un ligero aumento de 22.232 hectáreas (0,5%). Las zonas no delimitadas han sufrido la mayor disminución porcentual, pasando de 60.625 a 20.705 hectáreas (65,8%).
Al analizar el tipo de cultivos y usos del suelo, se observan cambios relevantes que podrían explicar la disminución de empresas agrícolas. Los cultivos permanentes han disminuido de 1’417.104 a 1’345.642 hectáreas (-5%), mientras que los cultivos transitorios y barbecho han experimentado una reducción aún mayor, pasando de 876.498 a 733.771 hectáreas (-16,3%) (Gráfico 7).
Otros cambios significativos incluyen la disminución de pastos naturales (de 828.333 a 521.436 hectáreas, -37,1%) y de páramos (de 499.258 a 318.108 hectáreas, -36,3%), mientras que se ha producido un aumento en las tierras en descanso (de 93.574 a 195.633 hectáreas, 109,1%), montes y bosques (de 5’758.859 a 5’943.231 hectáreas, 3,2%) y otros usos (de 468.180 a 755.077 hectáreas, 61,3%).
Este incremento de las tierras en descanso, que según la Espac se definen como superficies que no están siendo utilizadas para producción agrícola temporal o permanente, refleja principalmente el fenómeno de migración rural-urbana que mencionan los expertos.
Un dato llamativo es el significativo aumento de las tierras en descanso. Al respecto, Daniel Capa explica que las tierras en descanso se deben principalmente a un factor de migración, interna o externa, pues muchas personas migraron del campo, de la zona rural, a la ciudad, en busca de mejor calidad de vida, de mejor ingreso económico, “y todas estas zonas que antes las cultivaban ya no las están cultivando”.
Mario Caviedes agrega que la tasa de degradación es muy alta en el país (refiriéndose a la velocidad con que los suelos pierden su calidad y capacidad productiva para la agricultura debido a factores naturales y humanos), especialmente en las zonas alto andinas por los declives que hay y por los problemas del viento, la erosión eólica, la erosión hídrica por las lluvias. “Como nuestro país no es completamente plano, tiene muchas variaciones en cuanto a su altitud y a su pendiente, eso degrada el suelo”, dice.
Esta dinámica sugiere un proceso de transición territorial donde confluyen factores demográficos (urbanización acelerada), económicos (falta de rentabilidad), ambientales (degradación de suelos) y generacionales (envejecimiento de productores), que están reconfigurando el paisaje rural ecuatoriano hacia actividades no agrícolas, expansión urbana y abandono productivo, comprometiendo potencialmente la capacidad agroalimentaria futura del país.
¿La seguridad alimentaria estaría en peligro?
La disminución en el número de empresas dedicadas a la agricultura como en la superficie destinada a cultivos plantea importantes interrogantes sobre el futuro del sector agrícola ecuatoriano. Esta tendencia podría tener diversas implicaciones económicas, sociales y ambientales que merecen consideración.
Desde el punto de vista económico, los datos reflejan una crisis sistemática de rentabilidad que está minando la base empresarial agrícola ecuatoriana. Caviedes identifica tres factores estructurales que explican este fenómeno: enfermedades, precios y costos de producción.
“Si sigue disminuyendo el sector agropecuario, la escasez de alimentos nos va a complicar a la sociedad. Vamos a empezar a pelear ya no por oro o minerales, sino por alimentación, y eso va a ser peor porque muchas personas van a empezar a enfermarse”, advierte Capa. Esto también implicaría que miles de empleos desaparezcan, lo cual también afectaría económica y socialmente.
Caviedes ejemplifica esta crisis con casos concretos: “Para que sea rentable la papa, se tiene que producir por lo menos 20 toneladas, asumiendo que el precio por quintal sea USD 15 como mínimo, pero como todo juega con la oferta y la demanda, muchas veces los pequeños productores, que son casi 80.000 en la Sierra, tienen baja productividad y sus costos de producción son muy altos”.
Este desequilibrio estructural se agrava por deficiencias en la cadena de valor, como explica Caviedes, pues en la Sierra no existen mecanismos de almacenamiento, entonces los productores están supeditados, especialmente en papa, “a los precios que imponen los intermediarios, que son los que ganan prácticamente todo”.
El relevo generacional complica la agricultura
Para el docente de la USFQ, el problema generacional es impactante. Según datos de un estudio que él ha levantado, el promedio de edad de los productores es 47 años. “Y es más o menos lo que está pasando en todas las áreas de producción agrícola en el país: la edad de los productores cada vez aumenta y no hay incentivo para producir en el campo. No hay buenas vías de acceso, no hay buenos sistemas de comercialización, no hay buena capacidad de almacenamiento”.
Capa complementa esta perspectiva asegurando que muchos de los jóvenes no quieren optar por este tipo de carreras en la universidad, pues no ve a este sector como algo bueno, “a lo mejor tuvieron familiares, que les dicen que la agricultura no da, que no hay esos procesos”.
El experto añade que este abandono generacional tiene raíces históricas: “Todo eso tiene una explicación: falta de tecnología, falta de precios justos, y creo que a muchas personas también les hace falta comprometerse con la producción”, señala.
Transformaciones necesarias y oportunidades
Frente a este panorama, los consultados para este análisis coinciden en la necesidad de implementar transformaciones urgentes en el sector. Capa sugiere tres ejes fundamentales:
Ordenamiento del territorio en la producción
- “Estamos muy desordenados, todos queremos producir de todo. Si mi vecino produce tomate, yo también produzco tomate, entonces no hay este equilibrio de oferta y demanda”, explica Capa.
Una agricultura inteligente y, si es posible, orgánica o agroecológica.
- O por lo menos usar de manera adecuada los productos y los agroquímicos.Concientizar sobre la seguridad alimentaria.
Concientizar sobre la seguridad alimentaria.
Por su parte, Caviedes enfatiza en la necesidad de mejorar la eficiencia productiva: “Primero, vencer las deficiencias. Esa eficiencia estará relacionada con una mejora en el manejo agronómico de los cultivos, en utilizar tecnologías como fertilización o agricultura de precisión. Eso garantiza mejorar sustancialmente los niveles de rendimiento o productividad”, apunta.
En cuanto a oportunidades, el país mantiene un potencial significativo. “Somos tan diversos como en culturas así también en producción, en climas, microclimas, que podemos producir prácticamente todo lo que hay en el mundo: frutales, hortalizas, pastos. Tenemos un abanico de oportunidades para aprovechar”, destaca Capa.
La evidencia indica que el sector agrícola ecuatoriano está experimentando una transformación estructural significativa que requiere atención por parte de los responsables políticos, el sector privado y la academia, a fin de desarrollar estrategias que aseguren la sostenibilidad y competitividad del sector a largo plazo.
(*) Economista, analista económica Revista Gestión.
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